“Hurgar en el lenguaje es una manera de hacerlo en la realidad”

Desasosiegos es el sexto poemario de Jesús Alberto León 

Michelle Roche Rodríguez / El Nacional.-

Con un poco de Charles Darwin, otro de Isaac Newton y lo suyo de William Butler Yeats, Jesús Alberto León es un erudito muy modesto para aceptar la fama que merece en la cultura venezolana. Y es que su ojo ávido ha escrutado en las más diversas áreas del conocimiento. El poeta nacido en 1940 se cuida de no ser jactancioso, porque dice temerle a que las diosas griegas que lo protegen le vayan a enviar a Némesis, la venganza.

Equinoccio acaba de editar su libro más reciente, Desasosiegos, que evidencia la profundidad de sus inquietudes líricas. El título se presentará el viernes, a las 7:00 pm, en la plaza Los Palos Grandes, junto con otros poemarios: Fanes de José Delpino y Campanas de Nogueira de Joaquín Marta Sosa.

León comenzó sus recorridos literarios como escudero de los caballeros de la Tabla Redonda, cuando Jesús Sanoja Hernández, conocedor de la calidad de sus escritos, lo invitó a formar parte del movimiento.

A los 17 años de edad, era el miembro más joven del grupo que “no pretendía tomar el poder, sino la palabra”, según le gustaba decir a Manuel Caballero. Con su editorial asociada publicó en 1964 su primer libro, una colección de cuentos titulada Apagados y violentos, que revolucionó la narrativa nacional. Cuatro años después, Monte Ávila le editó el segundo título que ha escrito en ese género: Otra memoria.

Luego, sin embargo, se alejó de las palabras para pasar a la acción y se unió a la guerrilla urbana. Dice que esa decisión fue consecuencia directa de ser un lector ávido de Carlos Marx, autor que aun 50 años después cita de memoria. “Afortunadamente nunca le disparé a nadie”, recuerda antes de agregar que se retiró del grupo armado cuando “se subió a las montañas”, lo que le pareció inútil en un país de economía petrolera.

Después sólo le quedó la duda racional y se dedicó a sus estudios científicos, porque León, además, es matemático y biólogo profesional. Pero la poesía siempre estuvo allí, como el corolario de sus experiencias.

Epistemología de la imaginación

La pregunta que desde hace más de 30 años rige tanto las hipótesis científicas como las indagaciones líricas de León es cómo puede el ser humano plantearse lo ignoto.

La misma interrogación atraviesa los poemas de Desasosiegos, cuyo tema es la insatisfacción frente al lenguaje lírico, por no poder ahondar en la experiencia real. Como sucedía con los intelectuales del Siglo de las Luces, a los que León cita con propiedad, sus conocimientos científicos son el alimento de sus obras estéticas: “Lo que conecta una cosa con otra es la imaginación”.

Para el ganador del Premio Municipal de Prosa en 1968 y del Polar en 2001, prácticamente de nada se puede tener una experiencia directa: “Nadie ha visto nunca un proceso científico directamente.

En el caso de la reacción que produce óxido químico, que aprendemos en bachillerato, vemos apenas el cambio de color en un papelito; es decir, no el cambio, sino su consecuencia. Nadie puede ver un proceso mientras está en marcha. Lo mismo pasa en el caso de aquellos de tipo social y también en los económicos”.

La misma desesperación le sugieren los hechos estéticos.

Para León, tampoco el lenguaje sabe nombrar la tragedia humana sino desde abstracciones que, al final, se vuelven vanas: “Ni los procesos ni las entidades que los protagonizan, ni las fuerzas mediante las que interactúan esas entidades, pueden verse. Por eso me gusta la poesía. Para mí, hurgar en el lenguaje es una manera de hacerlo en la realidad”.

El poemario evidencia que la obsesión de su vida ha sido la del científico: conocer el nombre de las cosas y, finalmente, entenderlas. Pero por las noches no son las ecuaciones las que lo sacan de la cama, sino el poema que aún no escribe.

“¿Es que la poesía puede ser fácil?”, se pregunta en el primer verso de “Poética rugosa”, en Desasosiegos. Y allí mismo se responde: “Más bien arisca dádiva, promesa/ descreída, brindis involuntario…”. Hablar sin que lo nombrado posea lo real es la condena del lenguaje de Jesús Alberto León, una estructura que lo atrapa como las redes de la seducción.

El Nacional, 13 de julio de 2011, Cultura/4

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