|

“El verdadero socialismo requiere de la autonomía universitaria”

alexismarquezElsa Pilato / Departamento de Información y Medios USB.-

“Ningún sistema político-social requiere de la autonomía universitaria como el verdadero socialismo, sin apellidos ni calificaciones, puesto que el conocimiento científico y tecnológico tiene que ser, necesariamente, uno de sus instrumentos fundamentales en el propósito de fundar una nueva sociedad, libre de penurias y de injusticias”, expresó el profesor Alexis Márquez Rodríguez durante su intervención en el Acto por la Autonomía Universitaria celebrado el viernes por la tarde en la Universidad Simón Bolívar.

Para Márquez Rodríguez, “sólo las dictaduras primitivas y el autoritarismo totalitario pueden ser refractarios a la autonomía universitaria”.

El concepto de autonomía universitaria, señaló, plantea un agudo problema que “casi nunca se aborda con la sinceridad necesaria”: la relación de las universidades con el Estado, y en especial con los gobiernos de turno.

Los políticos mientras son de oposición se muestran fervientes partidarios de la autonomía universitaria, “pero cuando llegan al poder se convierten en sus enconados enemigos”. Comportamiento sintomático que, según Márquez Rodríguez, no es exclusivo de los regímenes de izquierda y socialistas. Esta “tentación totalitaria”, la necesidad de controlarlo todo, también ha sido experimentada por muchos gobiernos y partidos democráticos, “aunque no sean definida o tentativamente izquierdistas ni socialistas”, ello con la “coartada de poner los recursos del Estado al servicio del progreso y del bienestar del pueblo”.

En su opinión, se da así una paradoja con la autonomía universitaria: es mal vista “tanto por los gobiernos de derecha, como por los de izquierda, y en especial, por supuesto, por las dictaduras, sean del signo ideológico que sean”.

Márquez Rodríguez destacó que esta paradoja es “particularmente notoria en el caso de los gobiernos revolucionarios, sobre todo cuando este calificativo no les es discernido desde afuera y en virtud de sus logros y ejecutorias, sino que son ellos mismos los que así se califican”.

La autonomía universitaria es bandera política, hasta que los políticos revolucionarios llegan al poder. Entonces, pareciera que la autonomía “estorba a sus propósitos revolucionarios, en la medida en que les impide convertir las universidades en instrumentos sumisos de sus propósitos”.

Pero para Márquez Rodríguez, no tiene por qué ser así. “Todo gobierno, sea de derecha o de izquierda, necesita instituciones con una actitud severamente crítica ante las políticas oficiales”.

Los partidos políticos y también los medios de comunicación cumplen, con variantes, este papel en una democracia normal. En el caso de las universidades, la misión crítica y contralora, definida en el artículo 2 de la Ley de Universidades, es muy distinta. “Entiéndase bien, son instituciones ‘al servicio de la Nación’, no del Gobierno de turno, ni mucho menos del partido o la persona que lo ejerzan. Además, su contribución es esencialmente doctrinaria, y en consecuencia tiene que estar al margen de la diatriba política y/o ideológica que sí es propia de los partidos y de los medios de comunicación. Y resulta obvio que, para que las universidades cumplan cabalmente tan importantes fines, necesitan gozar de la más amplia y fecunda autonomía. Esta no tiene por qué reñirse con el carácter de instituciones del Estado que tienen las universidades”.

Autonomía como oxígeno
Un gobierno verdaderamente revolucionario, afirmó Márquez Rodríguez, no puede temer a la autonomía universitaria. “Es más, necesita de ella como fuente del oxígeno que requiere para vivir”. La revolución, si es auténtica, no puede prescindir de los avances científicos y tecnológicos y es obvio, por su misión y naturaleza, que no puede prescindir de las universidades.

“Correlativamente, el más grande error que pueden cometer un gobierno y/o una revolución es tratar de imponer su dominio sobre las universidades, pasando por encima de su autonomía. De intentarlo, chocarán de frente con un profesorado y un estudiantado que tradicionalmente han sido muy celosos en la defensa de su independencia, en virtud de una antiquísima tradición universal, y que en nuestro país ha tenido episodios de indiscutible valor histórico”.

Gobierno y/o revolución que de tal modo actúen, “jamás conseguirán hacer de las universidades instrumentos ciegos y sumisos de sus designios, y, en cambio, se privarán del enorme y valioso aporte que ellas podrían ofrecer para el cabal cumplimiento de los fines gubernamentales y/o revolucionarios”.

En opinión de Márquez Rodríguez, “es crucial para el destino de las universidades venezolanas, lo mismo que para el cabal desempeño ante ellas de los organismos del Estado y del gobierno, definir la relación que deba existir entre la autonomía universitaria y el sistema socialista que supuestamente se está tratando de construir en Venezuela”.

Para Márquez Rodríguez, la confusión ideológica que ha producido en el país el proceso político durante los últimos ocho años, “ha generado un inmenso desprestigio de la doctrina y del sistema socialistas, a los cuales se tiende a definir como esencialmente antidemocráticos. Nada, sin embargo, más falaz”.

Aseguró que “nada hay en la teoría política que demuestre que el auténtico socialismo es por definición antidemocrático, y las dictaduras vividas en diversos países, supuestamente basadas en regímenes socialistas, sólo han sido monstruosas deformaciones y adulteraciones de los principios del socialismo, que si se aplicasen sin los vicios y defectos de aquellas dictaduras, conducirían a gobiernos justos, esencialmente democráticos y humanísticos”.

Es perfectible
Márquez Rodríguez hizo un recuento histórico de la autonomía universitaria en el mundo y en Venezuela. El largo proceso de lucha por la autonomía universitaria en el país, culminó de forma feliz en 1999, cuando se consagró en la Constitución Bolivariana, “en los términos más amplios, el régimen autonómico, tal como se define en el artículo 109”.

Sin embargo, para Márquez Rodríguez, la autonomía universitaria con rango constitucional no es perfecta y no ha funcionado cabalmente en el país. “Son muchos los vicios y fallas que en cada universidad se han acumulado en los casi cincuenta años de ejercicio autonómico. No es esta la ocasión de analizarlos y censurarlos, aunque hacerlo es necesario y saludable, y deberá hacerse oportunamente. En todo caso, la autonomía universitaria, como toda creación humana, es susceptible de errores, pero también es perfectible”.

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *