Discurso en ocasión de la Entrega de Premios Universitarios

Discurso en ocasión de la Entrega de Premios Universitarios

Asociación de Profesores USB 2012

 

Estimados colegas,

 

En primer lugar quiero felicitar a mis colegas ganadores también de los diferentes premios que otorga la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar.  Estos premios son de gran estímulo a nuestra labor diaria, mucho más cuando pareciera ser   que los incentivos y reconocimientos a la generación de conocimiento van en vías de extinción.

Los premios de la APUSB han prestado desde su creación especial esmero en valorar las actividades realizadas por los profesores uesebistas en los campos de la docencia, investigación y extensión, y espero que lo sigan haciendo por siempre.

La función del profesor universitario se enmarca precisamente en estos tres campos, que son en definitiva la razón de ser de la Universidad, y hacia el desarrollo pleno de éstos, deben estar dirigidos nuestros esfuerzos institucionales.

Es claro que todos y cada uno de ellos son fundamentales para la creación de futuro –uno de los valores uesebistas– pero no cualquier futuro sino el futuro que todos deseamos, el de una sociedad libre para pensar, libre para expresar y libre para generar conocimiento, si uno de estos tres pilares se ve afectado también lo estará  la universidad.

No es un secreto para nadie que en los últimos años la universidad se ha visto perturbada por las continuas restricciones que el gobierno ha impuesto en diferentes niveles del quehacer universitario.  El presupuesto de las universidades ha sido exactamente el mismo por cinco años consecutivos, que se ha traducido en restricciones para la realización de actividades científicas, como congresos y conferencias internacionales, así como para la realización de años sabáticos fuera de nuestras fronteras, limitando de esta manera el desarrollo profesional y humanístico del profesor universitario.

Las restricciones impuestas también han afectado la adquisición de equipos y materiales necesarios para el cabal cumplimiento de nuestras funciones académicas, con lo cual se compromete cada día la productividad de nuestra actividad docente y científica.

La falta de recursos de nuestras bibliotecas para adquirir  revistas arbitradas, y acceder a bases de datos actualizadas, es otro de los elementos que está incidiendo negativamente en la calidad de nuestra academia.

Por otra parte, no sería un buen discurso, ni mucho menos sería mi estilo, si desaprovechara esta oportunidad para llamar la atención acerca de los aspectos que opacan nuestra actividad, que inevitablemente forman parte de nuestro día a día, y que, a mi juicio se han vuelto ya “moneda de uso corriente” en nuestra universidad. La crisis presupuestaria, la falta de una remuneración acorde con nuestra formación, con nuestro compromiso y con los niveles económicos que garanticen una vida tranquila y cómoda, no puede ser excusa para comprometer nuestra integridad como académicos, ni puede ser pretexto para justificar tomar vías alternas para alcanzar nuestras metas. Aquí no debe valer la frase atribuida a Maquiavelo “El fin justifica los medios”, donde claramente se antepone la satisfacción de nuestros intereses por encima de la ética y la moral.

A todo ello se suma el alto grado de conflictividad política que nos ha tocado vivir durante la última década, y que ha llevado a la sociedad venezolana a niveles preocupantes de polarización, poniendo en riesgo  el espacio de pluralidad de pensamiento indispensable para la generación de conocimiento, así como  también ha puesto en riesgo el necesario reconocimiento del trabajo académico al pretender supeditarlo a credos políticos.

Nuestra universidad nació bajo el signo de la universidad de la excelencia, pero hoy, lo que llegó a ser una declaración llena de contenido y significado, se ve desdibujada.

En este punto, voy a tomar prestada una frase que el ex rector Benjamín Scharifker, asomó en su discurso de investidura como profesor emérito de la Universidad Simón Bolívar, hace apenas tres días.  Decía Scharifker: “no sé en qué momento dejamos de ser la universidad de la excelencia”. Una frase que a mi manera de ver encierra responsabilidades externas e internas, ajenas y propias.

Y en lo que respecta a las propias, sólo con nuestro ejemplo, fomentando la honestidad intelectual dentro y fuera de nuestras aulas, actuando con integridad y ética, lograremos generar la confianza y la credibilidad necesaria para el establecimiento del liderazgo que se requiere ante la crisis que atraviesa la universidad y la sociedad venezolana. Sólo con la coherencia entre nuestros pensamientos, nuestros discursos y nuestros actos, podremos intentar cambiar la realidad que hoy nos agobia, como país y como universidad.

No es difícil experimentar la sensación de que la realidad compleja que está allá afuera nos sobrepasa, como tampoco lo es caer en la tentación de la omisión porque ningún esfuerzo será los suficientemente efectivo, tal vez las cosas podrían empezar a cambiar si comenzamos por lo más pequeño, por preguntarnos a nosotros mismos qué hemos hecho por la universidad y qué estamos dispuestos a hacer por ella.

Estamos a tiempo de unir energías y dirigir nuestros esfuerzos hacia la construcción de la universidad que queremos, que sirva al país que visualizamos para nuestros hijos, rehacer la institución que una vez nos abrió las puertas y donde forjamos un compromiso de trabajo de alto nivel.

¡Muchas gracias!

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