Científicos trabajan en cómo preservar la vida en el espacio

Russell Kerschmann del Centro de Investigación Ames de la Nasa estuvo en la USB

Elsa Pilato
Departamento de Información y Medios USB.-

 Conducir la investigación y el desarrollo de tecnologías para preservar la vida humana y de otros organismos vivos durante las exploraciones al espacio, es la misión de la División de Biociencias Espaciales del Centro de Investigación Ames de la Nasa.

Russell Kerschmann, jefe de la División desde 2004, estuvo en la USB para compartir con la comunidad universitaria una visión general del trabajo que realiza su unidad en el área de los efectos espaciales en seres humanos, animales y tejidos celulares.Después de elogiar la belleza del campus de Sartenejas, el científico, quien está al frente de un grupo de setenta ingenieros e investigadores, explicó que Ames está ubicado en el corazón del valle del Silicon en California y cuenta con una nómina de tres mil empleados.

La importancia de la labor del Ames se puede resumir en una frase: Sin la investigación y desarrollos tecnológicos de este Centro fundado en 1939, no serían posibles las misiones al espacio de la Nasa (National Aeronautics and Space Administration).

Más complicado es encontrar las fórmulas para contrarrestar los efectos del espacio en los seres humanos, entre ellos la radiación cósmica y solar.

Kerschmann explicó que las partículas provenientes del espacio interplanetario son muy dañinas para los seres humanos. Los efectos más preocupantes son los cambios en el ADN, que podrían derivar en cáncer, y la degradación de las neuronas.

Además, son muy difíciles de replicar en Tierra, por lo que la experimentación con estas partículas sólo puede hacerse colocando organismos en el propio espacio.

Pero ya se tiene un conocimiento que será de mucha importancia en la proyectada nueva exploración humana a la Luna: según sea la ubicación del astronauta, la radiación puede reducirse mucho. “En la superficie lunar el astronauta recibirá más radiación; si se ubica al lado de un cráter, recibirá menos radiación; y si se ubica dentro del cráter, la radiación se reducirá mucho más”.

Sin embargo, el mayor riesgo parece provenir de la radiación de alta intensidad que se produce cuando hay erupciones solares, cuyos efectos pueden ser mortales para el astronauta. “Queremos saber cómo detectar estos eventos solares para poner a los astronautas a resguardo”. Hasta ahora sólo se puede detectar una erupción solar dos horas antes de que ocurra, tiempo que puede ser insuficiente para poner a salvo una vida humana.

Polvo tóxico
Otro de los riesgos para la vida durante las exploraciones espaciales es el polvo planetario. “Ahora que queremos volver a la Luna, debemos estudiar el material que hay en ella”.

Ya se sabe, por las misiones Apolo, acerca de los daños mecánicos que produce en equipos y naves. Uno de los más significativos es la corrosión de los trajes espaciales.

El polvo lunar es producido por el bombardeo constante de micrometeoritos sobre el satélite de la Tierra. “Como en la Luna no hay atmósfera, el polvo se queda en su superficie por millones de años y en estado original, muy crudo y muy peligroso”.

Los efectos para la salud van desde daños en los pulmones y ojos hasta irritación y abrasión de la piel.

El polvo selenita es único, sin equivalente terrestre. La buena noticia, apuntó Kerschmann, es que en la Tierra se dispone de material lunar recolectado en las misiones espaciales: 380 kilogramos de roca; un 10 por ciento es polvo de un tamaño inferior a 10 micrones (un micrón equivale a una millonésima de un metro). “El más pequeño es el que nos interesa, para emplearlo en estudios con ratas y otros animales y determinar qué enfermedades produce”.

El científico del Centro Ames apuntó que también tienen conocimiento sobre el polvo de Marte, al que califica como “totalmente distinto” al polvo de la Luna. Por sus características se presume que sea tóxico, “pero no tenemos el material para probarlo, es aún un material muy misterioso”. Se le han atribuido características similares al cloro en polvo, las cuales sí podrían ser muy peligrosas para los seres humanos.

Al menos se sabe que los robots que han estado en Marte no parecen haberse dañado por la acción del polvo. “Si los robots exploradores que han estado en Marte, hubieran trabajado en la Luna, el polvo lunar los habría dejado inoperativos”.

El reto para los ingenieros, señaló Kerschmann, es diseñar tecnologías que mantengan el polvo alejado de los astronautas, tales como trajes adheridos a la parte externa de una cabina presurizada: el astronauta podrá salir y entrar del traje sin llevarlo al interior de la nave espacial.

Graves problemas
Kerschmann también habló sobre los problemas ocasionados por la gravedad casi nula en el espacio. Uno de los más graves es la pérdida de masa ósea, que se ha registrado en uno por ciento al mes, equivalente a la pérdida sufrida en un año por una mujer postmenopáusica.

De acuerdo con las densitometrías óseas realizadas a los astronautas, la pérdida de masa ósea es más acentuada en las piernas y la cadera. “Si los huesos se debilitan mucho, puede haber fracturas y no queremos que eso le ocurra a ninguno de nuestros astronautas en el espacio”.

Pese a esta comprobada pérdida ósea, hasta ahora ninguna de las personas que ha ido al espacio se ha roto un hueso. También todos han recuperado la masa ósea en el plazo de un año luego de regresar a la Tierra. “Varía de persona a persona, la pérdida de masa ósea no es uniforme entre la tripulación. Por ejemplo, en un astronauta que hizo mucha gimnasia durante su viaje espacial, se notó un aumento de su masa ósea”.

Por último, el científico se refirió a la cooperación del Centro Ames con la Agencia Espacial Rusa, una relación de treinta años que ha sobrevivido a los altibajos de la política, y que actualmente se centra en el envío de varias especies animales en el biosatélite ruso, no tripulado, Bion.

Esta actividad fue coordinada por el Decanato de Investigación y Desarrollo, la Dirección de Relaciones Internacionales y el Grupo de Investigaciones Astronómicas de la USB (Guia), agrupación estudiantil adscrita a la Dirección de Desarrollo Estudiantil, con el apoyo de la embajada de Estados Unidos en Venezuela.

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